Nací en la Ciudad de México, la Región más transparente, una tarde de invierno un nueve de marzo de 1959, en la habitación de mis padres. Mi madre estuvo asistida por un médico de vocación altruísta: un tal Dr. Enrique, ayudado por la eterna comadrona Doña Toña. Como anégdota mis hermanos mayores siempre pensaron que habían traído en la maleta del doctor.
Aunque no había antecedentes en la familia de algún dibujante o casa parecida, una de las primeras cosas que hice cuando pude hacerlo, a los cuatro años de edad, con un lápiz fue dibujar. Dibujaba todo lo que estaba a mi alcance y que me parecía atractivo. Y por lógica, a los seis años, estando en primaria, me preguntaron que qué quería ser cuando fuera grande mi respuesta fue inmediata: ser pintor.
Más adelante tuve por primera vez un estuche de colores tipo gouache con el que mis dibujos adquirieron color, copia fiel de la artesanía mexicana que abundaba en casa. Con el tiempo pude experimentar con otras técnicas, por cuestiones de trabajo, técnicas que aplqué sin conocimiento pleno de ellas, pero que me permitieron jugar más libremente sin la carga académica que a veces nos limita, algo que a la fecha sigo haciendo: poner la técnica al servicio de mi obra y no al contrario.
Siempre he afirmado que mi trabajo tiene tres bases: la forma, el color y la textura, que se nutren de mis juegos, de mis sueños, del medio ambiente que viví siendo niño. Formas básicas de un solo trazo que dan una idea precisa de lo que representan, como todo dibujo realizado por un niño. Colores tomados de la rica gama de las artesanías mexicanas y de su amplia variedad de culturas de nuestros pueblos autóctonos. Texturas impresas en sus muros, de todos los materiales convertidos en obras efímeras y únicas de los artesanos que les dan identidad como etnia y como pueblo.
lo más relacionado a mi \\\\\\\"formación artística\\\\\\\" se da cuando me relaciono con el diseño gráfico a los 17 años, hasta el día de hoy, cuando empiezo a usar diversas técnicas para ilustrar revistas médicas principalmente. Quizás este acercamiento al diseño se dio porque en secundaria llevé el taller de Imprenta y encuadernación y me empecé a estusiasmar con las tintas, los cuerpos de zinc y plomo de los tipos y la composición.
Aunque mi formación académica es totalmente ajena a las bellas artes, pues estudié ingeniería química industrial, siempre me sentí atraído por la literatura, la pintura, el grabado en madera, la música, entre otras más. Antes obtuve el título de Técnico en Construcción, muy relacionado con la arquitectura y durante ese tiempo fue necesario dominar otras disciplinas como la maquetería y el dibujo técnico. Cada cosa aprendida se aplica en toda mi obra y cada experiencia de mi vida se ve reflejada en todo mi trabajo.
A largo de mi vida artística he trabajado sin la idea de exponer, sólo mostrar lo que a mí me conmueve, sobre todo aquello que da gusto a la vista, que llena nuestros sentidos a través de ella y nos toca fibras sensibles. Cada trazo, picelada y color busca mostrar lo que fui y lo soy ante los demás. No busco trascender ni siquiera comerciar con mi obra, es algo más íntimo y que sé que sólo algunos logran captar.
Mi obra no es pretenciosa. Trata de encontrar aquello que no pude hacer de niño: ver y hacer las cosas como éste, recuperar su lenguaje y su sencillez.
Espero sea de su agrado,
Alejandro Aguilar González